Antes de leer a Kafka en serio
-todos leemos de muchachos La
metamorfosis, la morbosa Carta
al padre-, leí a algunos autores kafkianos (Orwell, Coetzee, Murakami,
Munguía) y creía entender el significado del concepto kafkiano gracias a esos
ejemplos de segunda mano. Añado a eso la definición de tercera mano de la
siempre lánguida, siempre resuelta y siempre incompleta definición del
diccionario de la Academia: "adj. Dicho de una situación: Absurda,
angustiosa."
Los libros mismos de Kafka fueron durante años una de mis grandes deseos pendientes como lector. Eso ha terminado y ahora que entiendo mejor cuan kafkianos somos todos desearía dar este informe a la academia de letraheridos primates:
Me hice de una edición de la hoy-venida-a-menos editorial Losada, en dos volúmenes, de los Relatos completos de Kafka. En la contratapa, después de pavonearse -con razón- de haber sido quienes primero publicaron a Kafka en nuestro idioma (la versión de La metamorfosis debida a Borges), afirman que la edición presente está preparada a partir de "versiones cuidadas, de acuerdo con las últimas y mejores ediciones alemanas". Ignoro el alemán e ignoro la suerte y calidad de las múltiples versiones de Kafka, pero recomiendo esta versión Losada por su claro y amplio lenguaje, su limpieza de erratas y una que otra extravagante nota al pie del traductor (notas inútiles como suelen ser estas notas pero que son indicio de un alma refinada).
Hablemos del primer volumen, que acabo de leer. Contiene sus libros en el orden cronológico de publicación. Contemplación, el primero de ellos, es apenas un folleto compuesto de estampas, imágenes, apuntes; nos dejan por un momento una sonrisa o un asentimiento instantáneo, como las rimas infantiles:
Un
marinerito
Me mandó un
papel
En el que
decía
Que me case
con él
Yo le
respondí que me casaría
Pero no con
él.
Y luego se van con la misma rapidez con que leemos los garabatos en las letrinas de la escuela:
Si poeta
eres
y versos
compones
ábreme la
bragueta
y chúpame
los cojones
(texto de una letrina del Colegio Militar Leoncio Prado, cortesía de mi amigo Max Silva Tuesta. La grosería es involuntaria y a modo de ejemplo.)
Mal comienzo para conocer al gran Kafka. No tiene él la culpa: nunca he entendido el porqué las obras completas de un autor empiezan por sus primeros escarceos con las letras; siempre he creído que cualquier autor, de poder organizar sus textos en vida, preferiría dejar todas esas tentativas al final, como un "Apéndice". (Un caso exitoso de esto, y una excepción a la regla, son las obras completas de Octavio Paz, cuyo último tomo se titula Miscélanea: Primeras letras.)
El Kafka que debemos conocer empieza a partir de su segundo libro publicado (por su brevedad, también un folleto): el cuento "La condena". Prefigura al Kafka más grande con su aparente final por knock-out... y sólo lo "prefigura" porque el cuento insiste en seguir golpeando-acumulando páginas cuando la historia ya había concluido. Dos elementos del cuento: el horror y el expresionismo, están logrados pero no como el cuento siguiente, "El fogonero". Este es una exploración magnífica que no puede ser caracterizada como "kafkiana"; al narrar las relaciones tensas de un extranjero entre extranjeros (un adolescente eslavo con un carbonero, un capitán, un adinerado), el cuento es pariente de toda una tradición decimonónica antes que precursor del modernism sajón.
Precursor y ejemplo mayor de este es La metamorfosis, el cuento largo siguiente. Obra maestra para la mayoría que la lee, nunca he simpatizado con él: la pasividad del personaje bicho, la naturalidad extrema con que asume su transformación, los personajes secundarios que prolongan esa actitud imperturbable, el efectismo de ciertas escenas, ¿metáfora, alegato de esto o de aquello? Como cuento siempre he sentido que empieza y termina en el primer párrafo y el resto no es sino un desarrollo de una idea antes que de una historia y unos personajes. Me disculpo por la insensibilidad, pero "El fogonero" hasta esta página era para mí su logro mayor, hasta que llegó "En la colonia penitenciaria".
"En la colonia penitenciaria" es la antítesis de "La metamorfosis" y la obra maestra del volumen. En prácticamente un solo escenario, las escenas se suceden con vértigo y alta tensión dramática. Su explícita violencia sádica está ausente en cualquiera de los otros relatos y toca unos extremos ni siquiera vistos en El proceso (la novela de Kafka que todos leemos en algún momento de nuestras vidas). Es una historia con moral y con nervio narrativo parientes del mejor narrador de todos (Tolstoi).
Los siguientes cuentarios vuelven al pre-Kafka: varios ejercicios narrativos, estampas, fragmentos. Como imágenes, "Un artista del trapecio" y "Un artista del hambre" son inteligibles, pero su frialdad matemática nos niega la emoción; como los espectadores del artista que ayuna en uno de esos cuentos, soy incapaz de verlos como algo más que entretenimientos. El también conocido "Informe para una academia" parte de una premisa sugerente -un simio adiestrado en las maneras de un hombre- parecida a la de "La metamorfosis" y, como esta, su revelación parece terminarse en el primer párrafo. Luego, se desarrolla con más diligencia que genio.
Como ocurre con toda recopilación de todo lo que un hombre hizo, se encuentran textos inexplicables, de calidad tan dudosa que hacen preguntarse cómo pudo escribirse eso (y en este caso,¡publicar en vida!). Es el caso de "Josefina la cantora o El pueblo de los ratones", que tiene la añadida maldad de ser largo.
Volviendo a mi pregunta del principio: ignoraba qué había escrito Kafka aunque sabía qué era lo kafkiano por su descendencia literaria y por la definición de un diccionario. Al leerlo por fin, descubro complacido que, como el gran creador que fue, Kafka es más que ese adjetivo, que kafkiano es un cliché que identifica ciertas situaciones de algunas historias suyas ("La metamorfosis", El proceso), pero que en modo alguno describe la totalidad de su obra. Lo fantástico, lo absurdo, la situación convulsa se asocian al limitado adjetivo kafkiano: en los libros de Kafka encontramos junto a historias fantásticas, otras realistas; antes o después de lo absurdo, lo lógico; y así como hay historias que tratan situaciones convulsas hay otras de personajes dramáticos ("El fogonero").
Curiosa preferencia la mía: la historia suya que prefiero entre todas -"En la colonia penitenciaria"- no es kafkiana.
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Relatos
completos I, de Franz Kafka. Traducción de Francisco Zanutigh Núñez, a
excepción de algunos traducidos por Borges y Nélida Mendilaharzu. Losada, 1979.
[En librerías se consigue una versión de Debolsillo, realizada por Juan José
del Solar. Javier Munguía lee hoy esta versión con aprobación.]
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